Juan Francisco Vélez y María
Luisa Estrada, fundadores de la entidad Protege
tu corazón, exponen en este artículo toda la problemática que
encierra el embarazo adolescentes en México y otros países de Latinoamérica.
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Hace unos días, mientras
tomábamos un descanso después de impartir una conferencia en un municipio de
Nuevo León, salió el tema de la deserción escolar con la Directora de una
secundaria pública. “Este año se fueron cinco alumnas de un grupo porque
quedaron embarazadas…”, comentaba. Por una maestra de otro municipio supimos
también que de cuarenta alumnas en 3º de secundaria, veinticuatro de ellas
habían quedado embarazadas durante los tres años de secundaria, es decir el
60%. Según ella, en casi todos los casos se repite la historia que vivieron sus
padres y las adolescentes lo utilizan como justificación: “¡Mamá, qué me vas a
decir…, si me tuviste a los 14!”
Embarazos de
adolescentes en México
A lo largo de la última
década se han realizado estudios con estimaciones sobre el número total de nacimientos
entre adolescentes. Todos ellos presentan diferencias en los porcentajes que
van del 14% al principio de la década, al 19% del total de nacimientos al final
de la misma. Las cifras más recientes señalan que el porcentaje de nacimientos
entre madres adolescentes en México es del 18.8% de entre 2.577.214 nacimientos
totales, según las estadísticas del INEGI, 2009 [1].
Cuando se considera que
las tasas de fecundidad de las mujeres menores de 20 años son muy altas, no se
toman en cuenta las diferencias culturales que existen en México, donde la
maternidad a edad temprana es una costumbre muy aceptada e incluso alentada en
muchas zonas rurales, así como también que el mayor número de nacimientos se
concentra en las poblaciones con menor nivel socioeconómico de las zonas urbanas.
Motivos para el inicio
de la vida sexual
Según un análisis de
varios estudios mexicanos, la mayoría de los adolescentes no tienen como meta
la procreación, aunque existen grupos para quienes las relaciones sexuales
tienen fines reproductivos.
Las mujeres en su
mayoría manifiestan haber tenido su primera relación sexual con su novio,
mientras que los hombres con sus novias y también con sus amigas. La edad de la
primera relación sexual de las adolescentes es a los 15 años, mientras que en
los hombres es un año menos.
Las mujeres lo
hacen por espontaneidad, romanticismo, amor o necesidad de compañía y otras por
presión sicológica o física. En los hombres prima lo irreflexivo, lo impulsivo,
el placer y la satisfacción sexual.
Al entrevistar un grupo
de adolescentes embarazadas, nos llamó la atención que la periodista Azucena
Uresti recogiera como las tres causas más frecuentes las siguientes: la
ausencia de uno o ambos padres, la influencia de los medios y la educación
sexual de la SEP
En un reciente estudio
realizado en Perú y Paraguay entre madres precoces (menos de 20 años) y adultas
(mayores de 20 años), de niveles socioeconómicos medio-bajo y bajo, se concluyó
que las expectativas de las adolescentes de tener una vida diferente a la de
sus padres son casi inexistentes por lo que carecen de incentivos para lo
académico. El logro académico de sus padres en general es bajo.
El efecto llamado
intergeneracional es fuerte: si la madre quedó embarazada siendo adolescente,
la hija sigue el mismo patrón. Los
resultados del estudio sugieren además que las uniones formales tempranas y la
baja calidad de la educación también las llevan a buscar el embarazo como
excusa para no continuar los estudios. En el fondo, el embarazo no altera su
trayectoria de vida sino que más bien la acelera.
En la misma secundaria
que citamos al comienzo del artículo, las y los adolescentes de segundo de secundaria,
ante la pregunta “¿cuáles son tus sueños?” contestaron que ser arquitecto,
veterinario, pediatra, maestro de educación física, soldado, solucionar
problemas del deporte en su comunidad, etc. ¿Qué pasará con estos sueños si
ahora se involucran en el sexo?, ¿Dónde quedarán estos incipientes anhelos?
Consecuencias
socioeconómicas de los embarazos
Al embarazo temprano se
le atribuyen desventajas educativas y en general un menor nivel de vida derivado
de ser madre en la adolescencia. Pareciera que la maternidad precoz es un
mecanismo de transmisión de la pobreza.
Para algunos
investigadores mexicanos, la evidencia que existe al respecto puede mirarse en
forma inversa; es la pobreza la que perpetúa situaciones que llevan al embarazo.
Según esto, las condiciones socioeconómicas preexistentes explican que algunas
adolescentes se conviertan en madres y otras no.
En Estados Unidos se han
comparado adolescentes que se abstienen de sexo con otros que no, teniendo la
precaución de seleccionar grupos con los mismos antecedentes sociales: educación
de los padres, sexo, raza, estructura familiar y nivel de ingreso. Aquellos que
se abstienen durante los años de preparatoria tienen 60% menos probabilidades
de ser expulsados; 50% menores probabilidades de deserción escolar y el doble
de probabilidades de terminar y graduarse.
Conclusión
Sea que el embarazo
conduzca a la deserción o la deserción lo preceda, hay mucho por hacer. El
estudio del BID sugiere que “los esfuerzos de prevención a través de los
colegios no pueden limitarse a la educación sexual, sino que deben fomentar la
fe en el futuro, una identidad clara y positiva, la autodeterminación y el
reconocimiento a las conductas positivas.”
Una educación sexual
centrada en el sexo seguro no es de calidad. No es realista. Cualquier
propósito educativo serio no puede “ver” solo cuerpos, como si un adolescente
fuera solo un conjunto de células y de órganos. Es una persona,
es decir, posee también una dimensión social, emocional, racional y trascendente
y en tal sentido, requiere que se le brinde una educación que asocie su
sexualidad con todo lo que es, y no solo con los genitales…
El enfoque reducido a lo
biológico incentiva a probar. “Al insistir en el condón y las pastillas
despiertan la curiosidad. Si lo único que te enseñan es a usarlo, te preguntas
¿por qué no probar?” dice Carla, embarazada a los 15 años.
Qué tal si se
les enseña a llenar su tiempo libre, a emprender actividades de servicio, a ocuparse
en servicio social, a estudiar idiomas, a recrearse con el arte, las manualidades,
el deporte. Mucha parte del presupuesto destinado a las cartillas de educación sexual
podría destinarse a programas para uso adecuado del descanso y a generar
espacios como parques, bibliotecas, auditorios, canchas deportivas, etc.
Este tipo de
educación sexual incentiva al “debut” sexual con los efectos ya conocidos: aumento
de embarazos, ITS y variadas consecuencias emocionales. Lleva a pensar que amar
es solo sentir y que lo máximo de una relación romántica es tener sexo. Por
tanto, induce a creer que el amor verdadero es solo una sensación placentera,
el sexo.
Hay que evolucionar a una idea más integradora porque se
está evidenciando que el enfoque en lo físico está fracasando. Sería como
pensar que hay que educar el páncreas o el hígado. ¡No es posible!
Por eso hay que empezar a hablar de educación de la
sexualidad, viendo personas completas, no solo cuerpos. Y una buena educación
de la sexualidad, debe tener en cuenta que es necesario enseñar no solo a amar,
sino enseñar a amar bien. Y este enfoque significa aprender a desarrollar un
buen carácter: respeto a sí mismo y a los demás; control de emociones para
aspirar al éxito; construir una sana autoestima; aprender a tomar decisiones y
a responder por ellas; defender con fortaleza los valores y las metas ante la
presión de grupo; saber cómo se desarrolla una amistad y cómo llevarlo a la práctica;
diseñar un proyecto de vida y ponerse metas que lo hagan posible.
Este sí que es un buen equipaje para transitar el viaje de
la adolescencia con éxito y llegar a ser los adultos que necesitamos en nuestro
país.