El comienzo de un año es el
momento más común para emprender nuevas metas. Algunas
personas, se fijan propósitos para comenzar una vida sana, hacer ejercicio,
dejar de fumar. Otras, se proponen mejoras a nivel personal, familiar y
conyugal. Lo cierto es
que cualquier propósito, por pequeño o grande que sea, pone a prueba nuestra
fuerza de voluntad.
La voluntad es la capacidad que nos mueve a hacer las cosas de manera
intencionada, por encima de las tentaciones, contratiempos y estados de ánimo.
La voluntad se logra a partir de un esfuerzo continuado, el cual
finalmente otorga el autodominio.
Por eso, la clave para cumplir y permanecer firmes ante los propósitos que
nos planteamos a principios del año, es la voluntad.
10 Reglas de oro para educar la voluntad
Enrique Rojas, autor del libro “La conquista de la
voluntad”, recopila en 10 ideas, las reglas principales para educar la
voluntad, que lejos de ser simples recetas de cocina, son una invitación a
pasar de la teoría a la práctica.
1.
La voluntad necesita un
aprendizaje gradual, que se consigue con la repetición de actos en donde uno se
vence, lucha y cae, y vuelve a empezar.
A esto se le llama hábito. Hay
que adquirir hábitos positivos mediante la repetición de conductas, de forma
deportiva y alegre, que van inclinando la balanza hacia comportamientos
mejores, más maduros y que, a la larga, se agradecerán, pero que, en las
primeras etapas, cuestan mucho trabajo, puesto que la voluntad está aún en
estado primario, sin dominar.
2.
Para tener voluntad hay que
empezar por negarse o vencerse en los gustos, los estímulos y las inclinaciones
inmediatas.
Esto es lo realmente difícil. La voluntad es liberadora. ¿En
qué consiste ser libre? ¿Qué es liberarse? Significa poder moverse sin
coacciones, eximiéndose de obstáculos y dependencias que distraigan del mejor
trayecto personal.
La voluntad libera e inicia el
vuelo hacia la realización del proyecto personal y de la felicidad. Liberación
no es hacer lo que uno quiere o seguir los dictados inmediatos de lo que
deseamos, sino vencerse en pequeñas luchas titánicas para alcanzar las mejores
cimas del propio desarrollo.
3.
Cualquier aprendizaje se
adquiere con más facilidad a medida que la motivación es mayor.
Estar motivado implica estar
preparado para apuntar hacia el mejor blanco. El que no sabe lo que quiere, el
que no tiene la ilusión de alcanzar algo, difícilmente tendrá la voluntad
preparada para la lucha.
4.
Tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y
estables. Cuando esto
es así y se ponen todas las fuerzas en ir hacia delante, los resultados
positivos están a la vuelta de la esquina, y no tiene cabida la dispersión de
objetivos, ni tampoco querer abarcar más de lo que uno puede. Por eso produce
mucha paz aplicarse en esos propósitos, siendo capaz de apartar todo lo que
pueda distraernos o alejarnos de las metas.
5.
Toda educación de la voluntad
tiene un fondo ascético, especialmente en sus comienzos.
Hay que saber conducir las
ansias juveniles hacia una meta que merezca realmente la pena. Una vez llegados a este
punto: las grandes ambiciones, las
mejores aventuras, brotan de algo pequeño, que crece y se hace caudaloso a
medida que la lucha personal no cede, no baja la guardia, insistiendo una y
otra vez.
6.
A medida que se tiene más
voluntad, uno se gobierna mejor a sí mismo, no dejándose llevar por el estímulo
inmediato.
El dominio personal es uno de
los más extraordinarios retos, que nos elevan por encima de las circunstancias.
Se consigue así una segunda naturaleza.
Uno no hace lo que le apetece, ni escoge lo más fácil y llevadero, sino
que se dirige hacia lo que es mejor. Cuando la
voluntad es más sólida, esa persona ya ni se plantea el cansancio que ha
supuesto o sus apetencias, sino lo que sabe que será más positivo para ella de
cara a los objetivos diseñados.
7.
Una persona con voluntad
alcanza las metas que se había propuesto con constancia.
Es importante tener presentes las piezas instrumentales de la voluntad: el
orden, la tenacidad, la disciplina, la alegría constante y la mirada puesta en
el futuro, en la meta.
8.
Es importante llegar a una buena proporción entre los
objetivos y los instrumentos que utilicemos para obtenerlos
Es decir, buscar
la armonía entre fines y medios. Hay que intentar una ecuación adecuada entre
aptitudes y limitaciones, pretender sacar lo mejor que hay en uno mismo,
poniendo en marcha la motivación, configurada gracias a las ilusiones, así como
el orden, la constancia, la alegría y la autoridad sobre nosotros mismos, para
no ceder ni un ápice en lo propuesto.
9.
Una buena y suficiente
educación de la voluntad es un indicador de madurez de la personalidad.
No hay que olvidar que cualquier avance de la voluntad se acrecienta con
su uso y se hace más eficaz a medida que se incorpora con firmeza en el
patrimonio psicológico de cada uno de nosotros.
10.
La educación de la voluntad no
tiene fin.
Esto significa que el hombre
es una sinfonía siempre incompleta, y que, haber alcanzado un buen nivel no
quiere decir que se esté siempre abonado al mismo, ya que las circunstancias de
la vida pueden conducir a posiciones insólitas, inesperadas, difíciles o que
obligan a reorganizar parte de la estructura del proyecto personal.
“La conquista de la voluntad” de Enrique Rojas. Ed. Temas
de Hoy. Madrid-España.