También las estructuras familiares claras pasan por fases de crisis. Esto ocurre cuando se forman nuevas fronteras generacionales, cuando nace un hijo, muere un abuelo o los que antes eran «los niños» forman una nueva Familia propia.
Entonces se empiezan a notar unos movimientos sísmicos en el sistema que lo remueven todo, hasta que las distintas capas vuelvan a asentarse. Es importante que todos respeten las nuevas delimitaciones.
En este punto cabría preguntarse si no son muy aburridas o incluso nocivas estas fronteras generacionales tan rígidas. ¿Tiene que ser todo tan jerárquico? ¿No pueden ser los padres alguna vez un poco infantiles? ¿Es imposible que un hijo asuma responsabilidades?
De hecho, las fronteras generacionales se ocultan a menudo. A veces, incluso es imposible evitarlo. Por ejemplo, cuando la madre está enferma y su hija de diez años la cuida o cuando el anciano abuelo se vuelve senil y necesita cuidados como un bebé.
Pero se trata de situaciones excepcionales y pasajeras, y esto es lo decisivo. Toda la Familia ha de ser consciente de que la niña que hace de madre desempeña un papel que normalmente no es el suyo.
Hay Familias que utilizan sistemáticamente al hijo como confidente o «cuidador» del padre o la madre. Generalmente, se trata de adultos que a su vez tampoco han podido ser niños durante su infancia.
El niño utilizado, al hacerse adulto, muy probablemente utilizará también a sus propios hijos, por ejemplo, desarrollando enfermedades psicosomáticas que les retienen a su lado.
Ningún miembro de la Familia debería inmiscuirse, de forma seria y continuada, en el sistema generacional superior o inferior, ni siquiera con la mejor intención, porque el resultado son casi siempre dramáticas confusiones que afectan a toda la Familia. Y los que más sufren no suelen ser los responsables de la confusión; es decir, aquí los que han abandonado el lugar que le correspondía, sino los que ofrecen menos resistencia, los niños.