La sexualidad es una dimensión del matrimonio. Es la
expresión de la complementariedad entre los dos sexos. Por eso deben aprender
los cónyuges a hacer de la unión de los cuerpos un acto de donación completa y
sin reservas de su ser íntimo y personal, la consumación de un amor llamado a
la eternidad y a la fecundidad.
Mantener una sana relación sexual es siempre algo
importante en la relación conyugal y como todo lo importante debe ser algo
meditado, y bien preparado. La sexualidad no afecta solamente la parte genital, ni tan solo al
cuerpo, sino a toda la persona (emociones, sentimientos, expectativas…)
Es por ello que conviene descubrir cómo en la sexualidad se
ven distintas áreas implicadas como son la psicológica- afectiva, física y
espiritual.
Es imposible disfrutar de una buena relación sexual
cuando existen sentimientos negativos en los aspectos no sexuales de la
relación, cuando se reduce exclusivamente a una de sus dimensiones obviando el
resto.
Ser reconocido y deseado
La sexualidad no desea algo sino a alguien,
reconocimiento del otro, pues el otro desea ser deseado y reconocido. Porque como bien dice
Víctor Frankl: “Un amor sólido y
verdadero es aquel que no solo desea la capa externa de la persona, sino que
ama, sobre todo, lo espiritual que hay en ella, su persona espiritual; eso que
hay de único e irrepetible en el ser humano, o que existe detrás de las apariencias
sexuales y puramente psíquicas”.
Para fortalecer y vivir la sexualidad en el matrimonio no
es solo cuestión de adoptar técnicas. Enriquecer la vida sexual pasa por enriquecer la
intimidad de la relación de la pareja y para ello centrarse
en lo siguiente:
Trabajar sobre aspectos
olvidados en la relación: lucha de poderes, miedos relacionados con la intimidad,
bloqueos en la comunicación, etc.
Atender a las
expresiones de afecto y cariño mutuos
Mantener vivo el
romanticismo: encontrar aquellas formas que puedan revitalizar la relación como pasar
cierto tiempo juntos a solas, etc.
Cultivar el amor
sosegado y sin prisas: que la pareja pueda profundizar en la intimidad sexual
aprendiendo a desarrollar sus propios comportamientos.
Cultivar el deseo y la
pasión: revitalizar la relación.
Afrontar los mensajes
negativos sobre el cuerpo y el sexo: estos pueden interferir en la
intimidad sexual. Reconocer que a veces estas actitudes proceden de nuestro
aprendizaje de vida, y empezar afrontarlos de manera que podamos darnos
mensajes más positivos sobre nuestros cuerpos y la sexualidad.
Fortalecer el compromiso
mutuo: otra cualidad necesaria para una relación sexual en el matrimonio es el
compromiso. Si los cónyuges están completamente comprometidos uno con el otro,
su relación es fortalecida.
La comunicación: Porque en sí misma la
relación sexual es comunicación.
En definitiva cuidar la sexualidad y valorarla es una
parte fundamental que los cónyuges deben tener en cuenta en su matrimonio, la
vivencia de esta como regalo, como don y ofrecimiento hacia el otro es lo que
garantiza que se fortalezca su unión.