Han
demostrado que las conductas
positivas -entre ellas la amabilidad- contribuyen a mejorar nuestro bienestar
físico y psicológico; a diferencia de la ira, la envidia, el mal genio, la
violencia, que se han hallado perjudiciales para el organismo.
De
ahí que muchas veces la prevención de
ciertos achaques, radica en ser una buena persona. Por eso mientras más
amables, más saludables.
Se
dice que cuando alguien es amable, vive
mejor. ¿Por qué? Sencillamente se
deriva de la satisfacción que producen los actos cordiales y el buen trato, lo
que a su vez proporciona armonía personal. Este tipo de emociones hacen que el cerebro libere endorfinas,
conocidas como las hormonas de la felicidad, las cuales según los expertos,
previenen enfermedades y son altamente convenientes para el ser humano.
Estudios confirman además que incentivar
en los niños valores como la amabilidad hace que crezcan más felices.
La
amabilidad, un valor que desarma
Pero
al ser amables no sólo seremos más
saludables, venturosos y optimistas, sino que lograremos que otros también lo
sean.
La amabilidad produce paz y es
contagiosa, tiene el poder de “desarmar corazones”; en otras palabras, la
cortesía tiene la capacidad de liberar al otro de las emociones negativas, pues
ante un gesto gentil, el otro baja las manos, se tranquiliza.
Es la amabilidad una fórmula
para conseguir la calma en un momento hostil, evitando así una posible conducta
negativa.
De
esta manera, la amabilidad con su efecto
multiplicador, se convierte en un valor fundamental de la cohesión social al
crear sociedades más justas, pacificas, solidarias, respetuosas y educadas.
¿Cómo
ser amables?
La amabilidad es una virtud propia de
las buenas maneras. Ser cordiales es mostrar interés por las cosas de los
demás, sonreír, ofrecer un trato cálido, ser atento, saludar, dar gracias y
despedirse, “este tipo de detalles es el que cambia rostros y alegra atmósferas
enteras. Las relaciones se estrechan.
Las sonrisas se multiplican. El trabajo
se disfruta. El corazón rejuvenece.
Se acrecienta el deseo de compartir el
tiempo. Porque la gente se siente tratada con el respeto y la dignidad que
merecen. Y todo esto depende tan sólo de un sencillo «buenos días».”
dice Andrés Ocádiz en uno de sus artículos de la colección Gama - Virtudes y
valores.
Aunque algunos vean la amabilidad como
una muestra de debilidad, nada más lejos de la realidad. La
doctora en Psicología Begoña García Larrauri, expresa al respecto: “La auténtica amabilidad es un rasgo de
fortaleza y no debe confundirse con la sumisión o el deseo de complacer en
contra de nuestros deseos o intereses, o incluso de nuestro propio bienestar”.
Y
añade: “La verdadera amabilidad está muy
relacionada con el respeto hacia el otro, de modo que la persona amable
permanece libre de prejuicios, expectativas y creencias hacia las personas.
También con la generosidad, la simpatía y la empatía” publicado en
LaVanguardia.com.
La
amabilidad “vende”
¿Puede
la amabilidad convertirse en un factor que influye en la decisión de compra?
¿No será que cuando uno se siente bien atendido (que no es más que un trato
amable) se motiva a la compra? ¿Puede un trato descortés y frío, hacer perder
un cliente?
Todo
esto nos lleva a pensar, que no en vano, las
organizaciones tienen hoy sus ojos puestos en que sus trabajadores sean
personas amables, no sólo con personas externas a la compañía, sino también con
sus compañeros de trabajo, siendo ellos forjadores de buenas relaciones; no
basta con ser el mejor profesional si no es la mejor persona.
Finalmente,
en la dinámica del trato humano, la
cordialidad es una especie de instrumento para sentir satisfacción y felicidad,
tanto cuando uno es amable como cuando los otros lo son con uno. Oportunidades
para ser amables no han de faltar, sólo hay que convertirlas en hábito.