No es imposible que las estructuras familiares desequilibradas se vuelvan a enderezar, pero como premisa, al menos uno de los miembros de la Familia ha de darse cuenta de que algo va mal en el sistema.
El camino para poner una estructura Familiar torcida «en orden» podría ser el siguiente:
1 Cada uno de los implicados en el drama Familiar se toma un poco de tiempo observa su propio puesto en el sistema.
El que no haya respetado la frontera generacional o haya utilizado a otro en su beneficio y es sincero, pronto se dará cuenta de dónde ha fallado.
Por ejemplo, cuando uno de los padres ha elegido como confidente de sus problemas sexuales al hijo adolescente. O cuando una abuela se ha apoderado de la educación de sus nietos, quitando competencias a la madre. O cuando un padre ha asignado a uno de los hijos el papel de «tonto» para así tener una justificación para favorecer a otro hijo preferido.
2 Si se sospecha que el «fallo en el sistema» radica en las generaciones anteriores, por ejemplo, a causa de un «secreto Familiar» como una adopción o un nacimiento ilegítimo, lo mejor es buscar información entre los parientes mayores. Lo que se lleva a un nivel consciente pierde su efecto negativo sobre el sistema Familiar.
3 Tan pronto como el transgresor de las delimitaciones generacionales o individuales haya reconocido su error, se retira de lugar ajeno y busca resolver su conflicto en el nivel que le corresponda.
Si los hijos tienen edad para comprenderlo, los padres pueden explicarles que los han «utilizado» indebidamente, pero que ahora han reconocido su error.
Claro, que todo esto no siempre se logra sin ayuda, y a veces será necesaria una terapia Familiar.
Si el más consciente del problema logra transmitir su preocupación a los demás, con tacto y sin herir sensibilidades se puede intentar discutir la problemática en una reunión Familiar entre adultos, incluyendo eventualmente también a los hijos adolescentes, si es que el tema les concierne.
De lo contrario, será mejor acudir a un profesional.
A menudo, la Familia tiene que recorrer un camino doloroso antes de poder reconocer y enmendar el problema, para, finalmente, llegar a la conclusión de que todos se quieren y forman una unidad.