La mayor parte de las personas que cuidan a familiares
enfermos de manera continuada, sufren un importante desgaste emocional.
Manifiestan que se sienten nerviosas, muy tensas, en alerta
y preocupadas durante la mayor parte del día.
Perciben que no
tienen vida propia, que poco a poco van abandonando hábitos saludables, no
duermen bien, no tienen ocio, no se cuidan físicamente. Salen con menos frecuencia con las amistades, no se sienten
valorados ni comprendidos ni apoyados por el resto de la familia y van desarrollando
un sentimiento de soledad y de tristeza intensos.
En general no podemos controlar que ocurran
circunstancias adversas, como puede ser una enfermedad en un ser querido, pero
sí aprender a controlar mejor las emociones, a facilitar el cambio de hábitos,
a comunicarnos teniendo en cuenta al familiar, a aprender a cuidarnos para
cuidar mejor, a tener objetivos e ilusiones, en definitiva a recuperar nuestra
vida siendo esta actitud perfectamente compatible con la labor de cuidar.
No estamos predeterminados a estar mal. Si pensamos de
manera realista, si aprendemos a no anticipar escenarios negativos lograremos
tener estados emocionales más estables durante más tiempo. Estrategias útiles
para cuidar sin abandonarse a uno mismo:
Cuidar tiene que ser la
consecuencia de una decisión y no de una obligación. Tenemos que planificar
el tiempo que dedicaremos a cuidar, las actividades y cómo vamos a realizarlas.
Todo esto tiene que ser compatible con otras áreas importantes en la vida del
cuidador: descanso, trabajo, relaciones con el resto de familiares, amistades,
ocio y sobre todo con el propio cuidado físico.
Aprendamos a gestionar
nuestras emociones para cuidar desde la serenidad.
La ansiedad podemos
reducirla con la respiración abdominal, con la relajación muscular y cambiando
nuestros pensamientos negativos por otros más realistas, basados en los datos y
no en nuestra interpretación de la realidad.
Vivamos y disfrutemos en
el aquí y en el ahora con lo que tenemos sin mirar a lo que tendríamos que tener,
a lo que hemos perdido.
También es imprescindible
controlar nuestra ira cuando interaccionamos con la persona dependiente. Tenemos
que luchar contra la enfermedad y no contra la persona.
Hagámonos la pregunta de
¿qué objetivo tengo en este momento con mi familiar enfermo? Y respondernos desde
qué puedo aportar para facilitar calidad de vida y un instante de serenidad. La
paciencia será un buen aliado para la persona que cuida.
La tristeza es una
emoción frecuente y normal en las personas que cuidan porque tienen que enfrentarse
a momentos difíciles, sobre todo cuando ven que su familiar sufre, que tiene
dolor, que tiene alguna limitación importante.
Es importante asumir la
realidad y no sentirse culpable por no poder solucionar muchos de los aspectos
de la enfermedad.
Es aconsejable focalizar
la atención no solo en resolver puntualmente algunas de las necesidades y demandas
que le plantea el enfermo sino en otros aspectos que no tienen nada que ver con
el proceso de cuidar, como puede ser una buena lectura, una conversación con un
familiar o amigo sobre aspectos que pueda distraerle, realizar cosas que le
gustan, entre otras cosas.
Confiemos en nuestros
propios recursos para conseguir los objetivos que hemos previsto para cuidar.
Sabemos que las
habilidades más importantes del cuidador es dar afecto y estar cerca del enfermo
desde el respeto y la comprensión.
Escuchar, comprender,
resolver problemas, promover cambios de comportamiento, motivar, tomar
decisiones, expresar emociones, detectar necesidades, conocernos mejor,
descubrir valores en el otro y en nosotros mismos, entre las más importantes.
Ponernos en marcha y
hacer que las cosas ocurran.
Pocas palabras y más
acción. Tenemos que ser proactivos y dar los pasos necesarios para conseguir
aquello que dependa directamente de nosotros mismos, que no es poca cosa.
Pediremos ayuda a la
familia, amigos e instituciones cuando lo consideremos necesario.
Si la situación de
cuidar empieza a desbordarnos, si notamos que la sintomatología descrita
anteriormente se intensifica y si nuestra vida va cambiando a peor, no esperemos
a tener un desgaste emocional importante y tomemos las decisiones oportunas
para cambiar esta situación pidiendo ayuda.
Cuidemos nuestra salud.
Descansar, realizar
ejercicio físico, tener una alimentación saludable, distraerse, acudir
periódicamente a las visitas médicas, son estrategias que no podemos abandonar.
Cuidar no significa descuidarse a uno mismo.
Utilicemos la escucha
activa y seamos empáticos.
La comunicación con el
enfermo tiene que ser constructiva, cargada de positividad pero sin ocultar la
realidad. Si el enfermo se siente escuchado y comprendido, su estado de ánimo
será un poco más estable y tendrá el sentimiento de estar acompañado en todo el
proceso de su enfermedad. También es importante expresar con claridad lo que
pensamos y sentimos, de esta manera crearemos un clima de confianza con el
enfermo y facilitará que éste pueda desahogarse cuando lo necesite.
Cuidar es una actitud,
una forma de mirar a la persona enferma y no solo un plan de actividades que
realizamos con el enfermo. Desarrollemos nuestras habilidades interpersonales
para apoyar en todo momento al familiar con dificultades pero sin abandonarnos
a nosotros mismos.