De forma involuntaria y sin
intención de causar daño, los padres pueden demostrar predilección por alguno
de sus hijos, no obstante, esta conducta de los progenitores puede causar rivalidad entre
hermanos, deteriorar la autoestima del hijo menos favorecido y afectar la
armonía familiar.
Se puede considerar como algo inofensivo y menospreciar su importancia,
sin embargo las investigaciones demuestran que el favoritismo paterno hacia uno
de los hijos, puede desembocar en problemas de conducta en niños, adolescentes
y adultos.
Afinidad
no es lo mismo que favoritismo
Los expertos aclaran que es normal sentir
afinidad con unas personas más que con otras; lo mismo puede suceder con los
hijos. Lo que hay que
evitar es tener un trato preferente hacia uno de ellos, marcando claras
diferencias con los demás.
La
sicóloga Gloria Patricia Zea afirma que “lo grave es que los hijos que
no se sienten preferidos pueden percibirlo como falta de amor y eso afectar su
autoestima y las relaciones con sus hermanos y sus padres.”
Pero
este comportamiento de uno o de ambos padres, también
impactará negativamente en el hijo preferido, pues el trato preferencial le
podrá crear un sentimiento de superioridad, egoísmo y prepotencia.
Asimismo,
la psicóloga Trinidad Aparicio Pérez, especialista en infancia y adolescencia,
explica que es natural que los hijos
quieran ser el centro de atención de sus padres y harán lo imposible para conseguirlo,
“cuando no lo consiguen y observan en ellos un trato especial hacia uno de sus
hermanos, es motivo de celos y rivalidades.
Se produce un sentimiento ambivalente
hacia ese hermano al que aman pero al que al mismo tiempo, consideran su rival
más grande, aquel que consigue lo que ellos ansían. Esto les crea cierta
inseguridad y consideran que por ello su hermano va a tener ciertas ventajas o
privilegios.”
Conductas
a evitar
Las
siguientes son actitudes que reflejan predilección paterna, por lo que conviene
evitarlas a toda costa.
Ponerlos
a competir.
Es
por aquí donde comienza la rivalidad y sin quererlo, se forma un ambiente
hostil de competitividad entre los propios hermanos. Un ejemplo es cuando se le
exige a un hijo que sea tan exitoso académicamente como lo es su hermano. Esto
es ya es un referente inadecuado.
Compararlos.
Recriminar
de forma frecuente las debilidades de uno(s) y las fortalezas de otro(s), es un
error. Todos tienen puntos fuertes y débiles, y en lugar de compararlos, se les
puede animar a apoyarse mutuamente.
El
lugar dentro de la familia.
“Como
es el mayor, por eso le damos…” “Es el menor, el consentido…” Ya sea por ser el
primero, el del medio o el último, la ubicación dentro de la estructura
familiar no debe ser un argumento para preferir a uno de los hijos. Cada uno es
un fragmento de un “todo” -ninguno es mejor ni peor que el otro-, y así se les
debe transmitir.
Lo
que sí deben hacer los padres
Además
de evitar las anteriores, los padres pueden seguir las pautas descritas a continuación
con el fin de lograr un trato equitativo hacia todos los hijos.
Conocer
a cada hijo.
Si
bien es cierto que son los mismos padres, el mismo hogar y unas condiciones semejantes,
es indudable que cada hijo es un ser único e inigualable, por lo tanto la forma
de educarlos y de amarlos variará de uno a otro. Elena Roger, pedagoga del gabinete
SoloHijos afirma que “los hijos tienen necesidades diferentes, por lo que no se
puede tratar a todos por igual. Uno necesitará más besos y caricias que otro, o
requerir más dedicación de los padres o más flexibilidad.”
Cada
hijo se debe sentir amado, valorado y tenido en cuenta.
Los
padres deben esforzarse por demostrarle a cada hijo lo importante que es para
la familia, lo que él le aporta, sus cualidades y capacidades con el objetivo
de fomentar su autoestima.
Exigir
a todos por igual, en cuanto al manejo de la autoridad,
por ejemplo, el trato respetuoso entre ellos, así como hacia los padres,
familiares y todos los que le rodean. También en las labores en la casa,
ajustadas a la edad y nivel de dificultad.
Los
regalos y privilegios deben ser equitativos,
aunque deberán ajustarse a los gustos e intereses particulares. La experta
aconseja por ello, “no comprar a los hijos las mismas cosas o por el mismo
valor, ni hacer con ellos siempre las mismas actividades. Se puede comprar un
día un libro a uno y otra semana unos lápices a otro. O ir a la biblioteca una
semana y la siguiente quedarse a jugar a solas en casa.”
Dedicar
tiempo exclusivo.
Las múltiples ocupaciones de los padres de hoy, muchas veces hacen
olvidar de lo valioso que es compartir con los hijos de forma individual. Se
propone por tanto, separar un momento
a solas con cada uno, ojalá con cierta frecuencia para que no se convierta en
algo esporádico. Este es un ejercicio que permite conocerlos en su intimidad,
además fortalece el vínculo y la comunicación.
Finalmente
y lo más importante, es fomentar la alianza entre hermanos
y no la rivalidad; este vínculo cultivado desde la infancia, será un tesoro en
la adultez.
Fuente: http://www.lafamilia.info/
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