"Me matas a disgustos"
Las discusiones
reiteradas en la pareja afectan negativamente a la salud de la mujer, pero,
paradójicamente, apenas repercuten en la fisiología masculina
"No creo en el
matrimonio. Es bueno para el hombre y malo para la mujer. A ella la destroza y
luego el marido va por ahí quejándose de su pareja cuando en realidad ha sido
él quien la ha matado". Es una frase del
personaje que interpreta Jack Nicholson en Las brujas de Eastwick. Es un poco exagerada, pero no
completamente descabellada.
Los estudios de cómo
afectan los conflictos matrimoniales en la salud de la pareja están desvelando
datos sorprendentes: las discusiones
pueden perjudicar la salud de la mujer, pero apenas altera la del hombre.
Aumentos en las hormonas del estrés y una depresión del sistema inmune
son dos de los signos más importantes que se han detectado sólo (o casi
exclusivamente) en la parte femenina de la pareja.
Y si el sistema inmune -que es la defensa del cuerpo contra las
enfermedades infecciosas y el cáncer, y que es la herramienta para curar las
heridas- se ve así afectado por los conflictos conyugales, no es difícil
imaginar cuáles podrían ser las consecuencias de toda una vida de fricciones
matrimoniales acumuladas.
Los investigadores creen
que estos efectos secundarios del
matrimonio, demostrados científicamente, podrían tener importantes
consecuencias en la salud física y emocional de los individuos.
El primero de una serie
Un estudio publicado en
el número de agosto de la revista Psychosomatic Medicine ha sido el
último, hasta ahora, de una serie que comenzó a mediados de los años 80, y que
está sirviendo para que los científicos miren el matrimonio con otros ojos.
El equipo de la doctora Janine
Kiecolt-Glaser -directora del departamento de Psicología y
Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Ohio y miembro
del Instituto para la Investigación de la Medicina del Comportamiento-
es el único en el mundo que se dedica a recoger datos sobre los cambios
inmunológicos y endocrinológicos (hormonales) en las parejas.
Aunque hay otros que
estudian, en la tensión arterial y la frecuencia cardiaca, la relación entre el
matrimonio y la salud.
"Comenzamos estos estudios en 1986, cuando nos empezamos a
preguntar si el divorcio iría o no asociado a una función deficiente del
sistema inmune", declaró a EL MUNDO
la doctora Kiecolt-Glaser. "Cuando
entonces comparamos parejas casadas con personas que acababan de divorciarse,
vimos que éstas últimas tenían un sistema inmune más débil. Pero, dentro del
grupo de casados resultó que los que eran más felices en su matrimonio tenían
un mejor funcionamiento del sistema inmunológico".
Los resultados de estos experimentos son sorprendentes por dos
razones: en primer lugar, porque en los trabajos han participado parejas que
aseguraban ser bastante felices; y, en segundo lugar,
porque en estudios con matrimonios
mayores que habían convivido bajo el mismo techo durante más de 40 años, y en
los que se suponía que el tiempo les habría acostumbrado a soportar los gestos
menos agradables de su compañero, se encontró que seguía habiendo una respuesta
fisiológica negativa clara en la mujer, igual de significativa que en las
parejas jóvenes.
En general, los estudios epidemiológicos han demostrado
que estar casado es más saludable que estar soltero, o, mejor dicho, que vivir
en pareja es mejor para la salud que vivir solo. Sin embargo, también
parece claro -según datos de mortalidad
y morbilidad y según los estudios clínicos- que el matrimonio beneficia más al
hombre que a la mujer.
"Es difícil asegurar
que una persona que viva sola tendrá un sistema inmunológico más fuerte que una
que viva en pareja", dice Kiecolt-Glaser. "Lo más importante es si una persona es feliz o no
con su vida. Hay personas que son felices solas, pero otras no".
Todo depende del tipo de
relación. "En todos nuestros
estudios, se pedía a las parejas participantes que hablasen de un tema en el
que no se ponían de acuerdo, pero eso no quiere decir que creamos que las
parejas no deban discutir. Es
la calidad de la discusión lo que interesa. Cuando un miembro de la pareja es
desagradable u hostil con el otro, entonces es cuando se ven los mayores
cambios por mala adaptación en la mujer: aumentan los niveles de hormonas del
estrés y disminuye la función del sistema inmune", concluye
Kiecolt-Glaser.
El equipo de Ohio ha
trabajado con varios centenares de parejas de todas las edades. El
procedimiento del estudio es siempre parecido.
Primero se les hace
rellenar el cuestionario sobre satisfacción marital, y luego pasan a la prueba
definitiva: se les sitúa a ambos en una sala, sentados frente a frente, y se
les coloca un catéter en la vena para sacar muestras de sangre cada cierto tiempo
mientras dure la sesión.
Invitación a discutir
Después de un periodo de
preparación, se les invita a discutir sobre un tema que haya causado problemas
alguna vez en su matrimonio. Los investigadores utilizan más tarde las muestras
de sangre para detectar indicadores de la respuesta inmune y cambios
hormonales.
Además, durante toda la
sesión de conflicto, una cámara de vídeo va registrando a la pareja para
estudiar -con un método llamado sistema rápido de códigos de interacción
marital, o RMICS, según las siglas inglesas- los comportamientos
verbales y no verbales.
Las cintas se entregan a
dos personas que se encargan de observar minuciosamente cada reacción de la
pareja según las 11 categorías que forman la escala del RMICS (agresión
psicológica, hostilidad, indiferencia, sentido del humor, etcétera).
Un estudio publicado en
marzo del año pasado en Psychosomatic Medicine trataba de averiguar si
las personas que llevaban más años viviendo juntas tenían las mismas reacciones
negativas que las recién casadas.
Las discusiones abrasivas entre aquellos maridos y mujeres casi
ancianos -habían estado felizmente casadas durante una media de 42 años-
también estaban ligadas a un debilitamiento de las respuestas del sistema
inmune y a un aumento del nivel de las hormonas del estrés (adrenalina,
noradrenalina y ACTH) en la mujer.
Los resultados mostraron que los niveles de estas hormonas variaban en
las esposas según la cantidad de comportamientos negativos del marido durante
la discusión. Sin embargo, no se detectó ningún cambio en los niveles
hormonales de los maridos.
Más grave
en los mayores
Los autores del estudio creen que, aunque estos cambios en la
respuesta inmune se detectan también en las parejas jóvenes, pueden tener
peores consecuencias en las personas mayores.
En otros estudios
realizados también por los investigadores de Ohio, se demostró que el estrés crónico tiene efectos
debilitadores en las personas mayores. "Y un estrés añadido, como el
que se desprende de estos roces matrimoniales, podría aumentar su riesgo de
enfermedad", dicen los autores.
Con las parejas jóvenes, el
estudio fue más intenso. El equipo de
Kiecolt-Glaser se propuso averiguar qué ocurría a más largo plazo y sometió a
90 parejas recién casadas a una observación de 24 horas. En este caso, se
estudiaron específicamente las hormonas adrenalina, noradrenalina, cortisol, ACTH,
hormona del crecimiento y prolactina.
De nuevo, la manera como reaccionaban unos con otros era la clave del
estudio. Y las situaciones menos beneficiosas, fisiológicamente hablando, también
fueron para las mujeres.
El estudio -que se publicó
en el Journal of Consulting and Clinical Psychology- demostró que,
incluso después de que las parejas hubiesen dejado de discutir, la batalla
continuaba dentro del cuerpo femenino durante horas, alterándolo.
Entre los participantes,
las mujeres del grupo más hostil registraron un mayor aumento de las hormonas
inhibidoras del sistema inmune (adrenalina, noradrenalina y ACTH). La
hormona estimuladora del sistema inmunológico -la prolactina- disminuyó y
también la hormona del crecimiento.
Según los autores del
estudio, el hecho más sorprendente es que las parejas estaban recién casadas
-se supone que discuten menos- y habían asegurado ser muy felices en las
pruebas de satisfacción marital.
Se puede sospechar
cuáles serían los resultados en parejas que no encuentran tanta satisfacción en
su convivencia, o en mujeres que son maltratadas por sus maridos. "No
hemos tenido muchas parejas que confesaran malos tratos, pero creo que puede
haber consecuencias nefastas para la mujer", dijo Janice Kiecolt-Glaser.
Estudios previos habían
llegado a conclusiones que podrían explicar estos resultados: en las discusiones, el hombre tiende a
templar a la mujer, tratan de escapar del problema o renuncian a seguir dándole
vueltas, algo que resulta muy frustrante para la mujer. Las mujeres, al
contrario, suelen quejarse y protestar más para cambiar algo en la relación.
El trabajo de la doctora
Kiecolt-Glaser demostró que las respuestas desagradables y las evasivas de los
maridos, plasmadas en el vídeo, marcaban los cambios en los niveles hormonales:
cuanto más acusadas eran las reacciones hostiles, mayor era el incremento de
hormonas del estrés en la sangre de las esposas. "Probablemente,
estamos viendo con estos resultados los pensamientos de las mujeres, reviviendo
una y otra vez la discusión durante todo el día", dice Kiecolt-Glaser.
Si estas hormonas se
mantienen a un nivel tan elevado el tiempo suficiente, puede haber
consecuencias inmunológicas negativas en la salud.
Según William Malarkey,
profesor de Medicina Interna, Microbiología Médica e Inmunología y diseñador de
este estudio, actualmente nuestra visión de cómo cambia la salud
de una mujer depende de muchos factores acumulativos.
"No nos ponemos
enfermos o sanos en un día", dice el doctor Malarkey. "La enfermedad es el resultado de
una serie de impactos y esos impactos se acumulan con el tiempo. Ahora podemos
ver dónde se altera la fisiología humana por estos cambios, pero no vemos hasta
qué punto estas alteraciones pueden causar una enfermedad. Llegar a esa situación
depende de la dotación genética de cada persona o bien de otras enfermedades
subyacentes que pueden acabar originando un serio problema en la salud".