Junio es el
mes del padre; figura insustituible en la formación de los hijos y columna
vertebral de la Familia. En esta oportunidad hablaremos del vínculo
padre-hija, expuesto por la Dra. Meg Meeker, autora del libro "Padres
fuertes, hijas felices", quien asegura que hay pocos factores más importantes para el
desarrollo mental, físico y social de una chica que la relación con el padre.
En una época
en la que cada vez se insiste más en “difuminar” la distinción natural entre el
papel del padre y de la madre, la Dra. Meg Meeker demuestra que el rol de padre es bastante más
influyente de lo que muchos hombres imaginan. Además de la relación maternal, las hijas necesitan del apoyo que
sólo un padre puede dar. Así lo explica en una entrevista realizada por
Emily Stimpson para Our Sunday Visitor.
Más allá de que a los padres les guste o no, ¿qué
esperan de ellos sus hijas?
Dra. Meg
Meeker:
Naturalmente, las hijas quieren ver en su padre a un
líder. Lo ven como protector, como
proveedor. Quieren admirarlo.
Los padres tienen un poder tremendo sobre las
hijas. Esto no es sólo el ideal; es la realidad. El padre, de hecho, es el primer amor de su hija. Es el hombre más importante de su vida.
Sus
interacciones con ella la preparan para relacionarse con todos los demás
hombres. Es una carga
pesada, pero una verdad maravillosa. Si ella aprende a querer al
padre y puede confiar en él, le será mucho más fácil confiar en su esposo.
¿Cuál cree que es el error más común, aunque quizás
sin intención, de los padres?
Los padres
subestiman demasiado la importancia que tienen en la vida de sus hijas. Se alejan demasiado rápido, dudan de su importancia e influencia, y
no comprenden para nada cuánto los necesitan las hijas y cuánto quieren
llevarse bien con ellos.
¿Qué consecuencias puede tener ese alejamiento?
Cuando el padre se aleja de la vida de la hija,
ella se debilita. Se debilita su
autoestima. Se debilita su capacidad para tener relaciones sanas con otros
hombres. Se debilita su percepción de lo que es capaz de lograr.
En particular las chicas de entre 10 y 17 años
necesitan mucho la atención, el respeto, el afecto y el contacto masculino. Si el padre se aleja, la chica busca lo que necesita en las amistades
masculinas o en relaciones sexuales románticas.
El factor de mayor influencia sobre la autoestima
de las chicas es el afecto del padre. Para mejorar la imagen que tiene de sí misma una
chica, el padre tiene que expresarle afecto de manera física.
Para ser buen padre es muy importante ser buen
esposo, ¿no?
Sin duda. Las hijas vigilan al padre como halcones. No sólo miran
cómo las trata a ellas, sino también cómo trata a la madre.
Si ven que
el padre le abre la puerta a la madre, la ayuda a limpiar la cocina y tiene
paciencia, llevarán todo eso a su propio matrimonio y, les guste o no, de
manera consciente o inconsciente, lo reproducirán. Las hijas aprenden cómo
deben ser tratadas al mirar cómo el padre trata a la madre.
¿Por qué los padres no deben subestimar la importancia
de imponer normas y expectativas para las hijas?
Muchos padres piensan que, si imponen límites,
establecen horarios de regreso a casa y hasta obligan a las hijas a hacer
tareas del hogar, las van a alejar. ¡Pero en realidad sucede justo lo contrario!
Las chicas que terminan en problemas no son las que
tienen padres que imponen límites. Son las
chicas cuyos padres no lo hacen. La clave, desde luego, es que en la relación
padre-hija las normas estén en equilibrio con la diversión y el placer.
Esto es de especial importancia en los años de la
adolescencia. Si cada vez que el padre le habla a la hija es para imponer la
ley, la hija no va a querer hablar más con él. Cada conversación acerca de una norma o del comportamiento de la hija
debe estar equilibrada con cinco veces más de placer y diversión: ir al cine,
andar en canoa, hablar de cosas que no sean normas.
Pero muchos padres se sienten perdidos cuando
tienen que hablar con las hijas. ¿Cómo pueden lograr que las hijas se abran
para contarles qué pasa en sus vidas?
Deben comenzar por decirles a las hijas que quieren
escuchar de verdad lo que tienen que decir. Una de las mejores maneras es
escuchar sus respuestas sin interrumpirlas. Preguntar y después quedarse
escuchando la respuesta. Más allá de que estén de acuerdo o no, no deben
responder la primera vez. Hay que retomar la conversación más tarde, de ser
necesario.
También es
importante recordar que no hace falta
que cada conversación se convierta en una enseñanza. Ése es un gran
error que cometen muchos padres. Siempre
hay que encarar estas conversaciones pensando en el largo plazo. No se puede
esperar que la hija se abra en un instante, pero si el padre logra comunicarle que valora lo que dice y piensa,
después de un par de meses la convencerá.
En su libro, usted destaca la importancia de que
los padres les hablen a las hijas sobre sexo y sobre Dios: dos de los temas más
difíciles para hablar con una hija. ¿Tiene algún consejo para esas
conversaciones?
No hay que
complicarse con cuestiones profundas ni complejas. Lo mejor es que la charla
sea sencilla. Cuando el padre habla de religión o sexo, no es necesario que vaya a
fondo. La hija quiere saber qué piensa el padre acerca de Dios y qué cree que
debería hacer ella.
Esos mensajes se pueden comunicar de manera
sencilla compartiendo lo que se piensa que es bueno diciendo cosas como
"qué hermoso cuando la mujer espera el momento apropiado.”
Eso es lo
que las hijas quieren oír. Hay que usar un lenguaje sencillo y hacer preguntas
muy abiertas que no busquen un sí o un no.
Si el padre
no se siente cómodo preguntándole a la hija qué piensa del sexo o la religión o
cualquier otra cosa, debería preguntarle qué piensan o qué hacen los amigos.
Eso le dará una idea de lo que tiene pensado la hija.
Fuente: http://www.lafamilia.info/