La primera se refiere a cada miembro como individuo.
Sean los padres, los hijos o abuelos, cada uno necesita un área en donde se destaque, un lugar donde él es el filósofo, el hábil con los trabajos más complicados o, por ejemplo, el romántico amante de la naturaleza. Naturalmente, esto incluye también la aceptación de las características menos favorables que se derivan de estos papeles como, por ejemplo, el que el filósofo sea muy poco comunicativo, el hábil un desordenado y el amante de la naturaleza un negado para todo lo práctico.
La segunda delimitación es la generacional.
Si bien la misma naturaleza pone aquí una frontera natural, en algunas estructuras familiares ésta se borra o confunde constantemente. Una estructura sana sería la siguiente: los padres cuidan de sus hijos, los ayudan cuando tienen dificultades y se sienten responsables de ellos; los abuelos se retiran a un segundo plano, reconociendo que sus hijos son ahora adultos y padres a su vez; y los niños saben que sus padres son sus padres y no compañeros o amigos de igual a igual.
Y, finalmente, existe también una delimitación entre la Familia y el mundo circundante. En el caso ideal, la Familia es para cada uno de sus miembros un refugio en el que encuentra comprensión y apoyo. Los amigos, los vecinos o los compañeros de trabajo pueden estar muy unidos a uno o a todos los miembros de la Familia, pero no pertenecen a ella. Ser de un mismo clan es otra cosa.
Para los niños es muy importante saber que sus padres los apoyarán siempre frente al mundo exterior, que nunca dejarán de estar de su parte y que nunca los traicionarán.