Es frecuente encontrarse con la situación de que los hombres se cierren o tengan dificultades a la hora de
hablar de sus relaciones sexuales. Puede parecer paradójico
puesto que esta circunstancia podría pensarse que es más propia de las mujeres
por el pudor femenino, la educación, etc.
Sin embargo, es comprensible ya que muchos hombres
creen que su virilidad y hombría se pone en entredicho a la hora de pensar que
quizás no estén a la altura de las expectativas y necesidades de su pareja
o de lo que socialmente el hombre debe de cumplir.
Satisfacer a la pareja no es una
cuestión de ser más macho que otros, sino de comprender la naturaleza sexual de
tu compañera así como la tuya propia.
Satisfacer
a la pareja no es seguir los canones establecidos en los manuales de sexología,
realizar aquello que esté bien visto socialmente o lo que uno considere que es
“Sexo Adecuado y Moral”…
La verdadera satisfacción viene cuando se
es capacez de darle al otro lo que necesita
en todos los planos de actuación que comprende la sexualidad: erótico, afectivo
y sexual. De este modo es posible situarse dentro del concepto de ser el complemento justo
que el otro necesita.
No
hay que pretender estar a la altura de un actor porno, de relatos fantasiosos de
algunas personas o leyendas urbanas que hablan de posturas imposibles o sesiones
de sexo maratoniano.
Se trata de estar a la altura de lo que
la compañera/ro necesita.
En estas cuestiones
no hay nada de demostrar
sino aprender a sacar de dentro partes internas de la polaridad masculina
ocultas debido a miedos, tabúes, exigencias, inexperiencia, falta de
información, vivencias traumáticas, educación recibida, ambiente social,
religioso, familiar, cultural…
Adentrarse
en estas zonas nuevas genera en algunas personas enormes emociones encontradas
y conflicto interno. Ya que se reacciona con miedo, dudas,
inseguridad, crítica, rabia o enojo…
A la
hora de realizar una terapia este es un gran escollo,
puesto que en la medida que el hombre se
cierra a abrirse completamente a su sexualidad, el terapeuta debe dedicar un tiempo
vital a bajar los mecanismos de defensa con los cuales el paciente se refugia.
Tiempo que podría dedicarse a avanzar sobre aspectos más importantes.
Admitir
las dificultades, los bloqueos, la incapacidad, los temores, las dudas propias
nunca es fácil sobre
todo si inconscientemente piensas que a través de eso te valoran y miden como
hombre.
Hay
que hacer un gran ejercicio de sinceridad propia para dejar que otra persona,
en este caso el terapeuta, pueda entrar en un espacio tan íntimo como ese, y permitir
que te acompañe hacia la comprensión de que es posible avanzar en otra dirección
mucho más satisfactoria.
Francisco Monllor
Terapeuta Familiar